Por la Redacción de Periódico Patria 29 de agosto de 2025
Hay noches en Cuba que duran más que la madrugada; noches que se extienden por días, semanas, décadas. En el municipio de Perico, Matanzas, una de esas noches duró 27 horas. No fue una noche de estrellas, sino de calor, mosquitos y la sofocante oscuridad que solo la negligencia de un régimen puede imponer. Y al final de esa larga noche, el pueblo, en un acto de instintiva y justa rebeldía, respondió. Chapapote o aceite quemado, como la mancha de la propia dictadura, fue arrojado sobre el rostro sonriente de Miguel Díaz-Canel en una de esas vallas de propaganda que insultan la miseria del cubano.
Este acto, que la maquinaria represiva del Estado se apresuró a borrar, no es vandalismo; es un grito. Es el lenguaje de un pueblo harto de ser ignorado, una manifestación cruda de la verdad que el castrismo intenta ocultar bajo capas de pintura y consignas vacías. Porque mientras el régimen invierte en carteles para glorificar a sus burócratas, el reparto Las Canteras, en el mismo municipio, lleva una semana entera sin electricidad por un transformador roto. La indolencia no es un error del sistema; es el sistema en sí mismo.
La tragedia de Perico, sin embargo, no se mide solo en la falta de luz. La oscuridad ha traído consigo un brote de chikungunya que, según fuentes locales, se expande sin control. En la comunidad de Máximo Gómez, se estima que más del 70% de la población está enferma, sufriendo de fiebres, vómitos y una debilidad que consume el cuerpo. ¿La respuesta del Estado? El silencio. No hay medicamentos, no se realizan análisis y el pueblo, como siempre, queda abandonado a su suerte, luchando contra una epidemia con la misma impotencia con la que afronta el hambre.
Este infierno no es un hecho aislado. Es el reflejo de una política deliberada donde la vida del cubano común ocupa el último lugar en las prioridades de la tiranía. Mientras los ciudadanos de Perico y Cárdenas sufren apagones de días, el propio Ministro de Energía y Minas admite que al país le faltan 12,000 transformadores al año. No es escasez, es el resultado predecible de un sistema comunista que destruye todo lo que toca, priorizando siempre la inversión en propaganda y represión antes que en la salud, la alimentación o la infraestructura básica.
El rostro manchado de Díaz-Canel en Perico no es una anécdota. Es un símbolo. Es la evidencia de que, a pesar de la represión, el espíritu de un pueblo digno no puede ser apagado tan fácilmente como la red eléctrica nacional. Cada vez que el régimen celebra sus remiendos patéticos, el pueblo, desde la oscuridad, le recuerda que su fracaso es visible y que la paciencia, como la luz, también se agota.
(Análisis basado en la información reportada por Diario de Cuba en su artículo “Tras 27 horas de apagón, los habitantes de Perico se revuelven contra Díaz-Canel”, 28 de agosto de 2025).
Foto: Cortesía de Iván Hernández Carrillo / Diario de Cuba